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Kawasaki Heavy Industries ha marcado un nuevo hito en la transición energética: el primer motor a gas de gran escala con capacidad para co-combustionar hasta un 30% de hidrógeno ya está disponible comercialmente.
Esta tecnología, verificada en condiciones reales desde octubre de 2024 en las instalaciones de Kobe (Japón), representa una solución tangible y escalable para reducir las emisiones en el sector de generación distribuida.
El motor de 8 megavatios (MW), bautizado como Kawasaki Green Gas Engine, conserva la alta eficiencia que ha caracterizado a esta línea desde su lanzamiento en 2011 —con más de 240 unidades vendidas—, pero con un añadido crucial: capacidad de adaptación al uso de hidrógeno como combustible alternativo.
Esta versión es capaz de quemar una mezcla de gas natural con hasta un 30% de hidrógeno en volumen, sin requerir transformaciones radicales en la infraestructura existente. Esto permite avanzar hacia una matriz energética más limpia sin esperar a una red de hidrógeno 100% operativa, lo que convierte al sistema en una herramienta clave para la transición ordenada y progresiva hacia un modelo energético bajo en carbono.
El valor de esta tecnología no solo está en su rendimiento técnico, sino en su enfoque pragmático. Mientras muchos proyectos dependen de la construcción de infraestructuras totalmente nuevas, este motor funciona con las redes de gas actuales, lo que reduce significativamente los costes de implementación y acelera los tiempos de adopción.
Este enfoque se alinea con el principio de "retrofit inteligente", ya aplicado en algunos países europeos, donde se aprovechan instalaciones existentes —plantas de cogeneración, calderas industriales, redes urbanas de gas— para introducir gradualmente gases renovables como el hidrógeno o el biometano.
El sistema está diseñado para funcionar como fuente de energía distribuida, es decir, puede instalarse en zonas urbanas, industriales o incluso en comunidades rurales. Esto lo convierte en una alternativa ideal para países que buscan reducir su dependencia del carbón y del petróleo sin comprometer la estabilidad de la red eléctrica.
Japón, por ejemplo, ha apostado fuerte por el hidrógeno dentro de su hoja de ruta de neutralidad climática al 2050. Alemania también explora vías similares, con proyectos como el “H2-ready” en plantas de generación de ciclo combinado. La co-combustión, como propone Kawasaki, es un puente funcional entre el presente y un futuro basado en hidrógeno verde.
Para que estas tecnologías despeguen realmente, es clave desarrollar toda la cadena de valor del hidrógeno: producción, transporte, almacenamiento y uso. Kawasaki lo sabe, y por eso está trabajando en proyectos paralelos como buques criogénicos para transporte de hidrógeno líquido, compresores de alta presión y sistemas de almacenamiento seguros.
La visión es clara: crear una infraestructura global del hidrógeno que no solo sirva a Japón, sino que pueda exportarse como modelo a otras regiones. Sin embargo, aún hay desafíos por resolver, como la producción de hidrógeno verde a gran escala y a bajo coste, un campo donde la electrólisis alimentada con energías renovables será determinante.
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