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El mercado global de disolventes de origen biológico continúa en expansión, impulsado principalmente por la demanda de productos cosméticos, de limpieza y pinturas y recubrimientos que utilizan materias primas renovables.
Según un estudio reciente de Ceresana, estos tres sectores representan actualmente casi dos tercios de las ventas de disolventes ‘verdes’. Se espera que el mercado mundial de disolventes bio-based alcance alrededor de 9.300 millones de dólares en 2034, con un crecimiento anual promedio del 4,2% y tasas superiores al 5% en Asia y África.
Los alcoholes naturales son los disolventes bio-based más utilizados, ofreciendo alternativas menos tóxicas y, en muchos casos, biodegradables frente a los compuestos petroquímicos tradicionales. Por ejemplo, el glicol etilénico puede obtenerse a partir de fructosa o celulosa, mientras que el glicerol procede de aceites vegetales usados o como subproducto del biodiésel.
Otros disolventes aprovechan residuos industriales o agrícolas, como el etilacetato fermentado a partir de suero o melaza, el D-limoneno de pieles de cítricos, el alfa-pineno de aceites de coníferas, y el furfural, extraído de restos de maíz o caña de azúcar.
El uso de estos disolventes se extiende más allá de cosmética, limpieza y pinturas. La industria alimentaria los emplea para descafeinar café, diluir sabores o desengrasar superficies, mientras que en farmacéutica, adhesivos, tintas de impresión y procesos químicos cumplen funciones como extracción, refrigeración o deshielo. Esto los convierte en productos con alta demanda industrial y un papel destacado en la bioeconomía.
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