9 de diciembre, 2025 XML
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El hallazgo de ácido trifluoroacético (TFA) en productos alimentarios de consumo masivo encendió las alertas en Europa. Un informe de Pesticide Action Network Europe (PAN Europe), respaldado por investigaciones difundidas por The Guardian, detectó niveles inusualmente altos de este “químico permanente” en cereales, panes y productos derivados de trigo en 16 países europeos.

El 81,5% de las muestras resultó contaminado con concentraciones de TFA hasta cien veces superiores a las halladas en el agua potable. La noticia expone una amenaza silenciosa: los alimentos que llegan a la mesa pueden estar vehiculizando un tóxico persistente, con posibles impactos en la salud de millones de personas.

El ácido trifluoroacético es un subproducto que surge cuando pesticidas que contienen sustancias perfluoroalquiladas o polifluoroalquiladas (PFAS) se degradan en el medioambiente. Estas sustancias han sido calificadas como “químicos permanentes” debido a su alta resistencia y longevidad: pueden tardar siglos en descomponerse y, al ser solubles en agua, atraviesan los suelos y terminan siendo absorbidas por las plantas que luego se transforman en alimentos.

Utilizadas desde la década de 1950 en la industria y la agricultura, las PFAS han permitido el desarrollo de productos resistentes y duraderos, pero han impuesto un costo ambiental y sanitario elevado. La presencia de TFA en los cultivos acaba por trasladarse, de manera inadvertida, a la cadena alimentaria, lo que vuelve prácticamente ineludible la exposición para consumidores.

El análisis realizado por PAN Europe es el primero a gran escala en la Unión Europea. Implicó el muestreo de 65 productos de cereales en países como Francia, Alemania, Italia, Bélgica y España, aunque excluyó al Reino Unido.

Los resultados muestran que la presencia de TFA es generalizada e impacta sobre una variada gama de productos de consumo cotidiano. Los cereales de desayuno encabezan el ranking con las concentraciones más elevadas, seguidos por productos icónicos de la panificación europea como el pan integral y la baguette. También aparecen afectados: pastas, croissants, pan blanco, harina, galletas de jengibre y bollos de queso.

Según PAN Europe, “todas las muestras superaron el límite máximo de residuos permitido”, un dato que evidencia la magnitud del problema y la ausencia de regulaciones eficaces que limiten la exposición de la población.

Riesgos para la salud y advertencias

Uno de los datos más inquietantes del informe es la calificación del TFA como compuesto “reprotoxico”. Existen estudios que indican que esta sustancia puede dañar la función reproductiva humana, afectar la fertilidad y el desarrollo fetal, además de impactar negativamente sobre el funcionamiento de la tiroides, el hígado y el sistema inmunológico.

Los expertos advierten que la toxicidad del TFA se agrava por su persistencia ambiental y su capacidad de bioacumulación. “No podemos exponer a los niños a sustancias reprotoxicas. Esto exige una acción inmediata”, enfatizó Angeliki Lysimachou, responsable de ciencia y políticas de PAN Europe, en diálogo con The Guardian.

A este panorama se suma la falta de monitoreo sistemático en los alimentos. Actualmente, los gobiernos europeos no realizan controles regulares sobre la presencia de TFA en los productos alimentarios, lo que incrementa el riesgo de exposición silenciosa y prolongada para la población, destacó la experta.

Los especialistas subrayan que la contaminación por TFA no se restringe solo a los alimentos. La molécula puede encontrarse en el agua potable, en el aire y hasta en productos de cuidado personal u objetos de uso cotidiano.

Salomé Roynel, responsable de políticas de PAN Europe, expresó en The Guardian que resulta urgente adoptar medidas para evitar una contaminación cada vez mayor de la cadena alimentaria y el ambiente. La confluencia de diversas fuentes refuerza la idea de una exposición crónica y muy difícil de evitar.

La situación expuesta por el informe de PAN Europe traza un escenario inquietante. Mientras las sustancias identificadas como “químicos permanentes” se acumulan en el ambiente y en la cadena alimentaria, la ausencia de regulaciones y la falta de información clara sobre los riesgos concretos para la salud dificultan la toma de decisiones informadas por parte de los consumidores y las autoridades sanitarias, según advirtieron los expertos.

La demanda principal de los especialistas es contundente: urge una respuesta coordinada, con monitoreos periódicos y legislación específica, para reducir al mínimo la presencia de TFA en los alimentos y resguardar tanto la salud pública como la integridad del ecosistema europeo.

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