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Un grupo de investigadores coreanos desarrollan una tecnología de reciclaje químico que convierte plásticos mezclados en etileno con más del 70% de rendimiento.
La innovación nace en el Instituto Coreano de Maquinaria y Materiales (KIMM), en colaboración con otros centros punteros del país, y abre una vía real para enfrentar uno de los desafíos ambientales más persistentes: el plástico posconsumo de baja calidad que, hasta hoy, acababa en incineradoras o vertederos.
Separar etiquetas, clasificar plásticos por colores o tipos, evitar restos de comida: hasta ahora, reciclar correctamente requería casi tanta atención como hacerlo mal generaba culpa. Pero esta carga podría quedar atrás. Un grupo de investigación surcoreano ha desarrollado una tecnología que permite reciclar plásticos mezclados sin clasificación previa, convirtiéndolos directamente en materias primas de alta pureza. Lo revolucionario es que el proceso es químico, selectivo y eficiente, sin necesidad de separar por tipo de polímero.
La clave está en el plasma de hidrógeno, un gas extremadamente energético capaz de alcanzar temperaturas entre 1.000 y 2.000 °C, lo que permite descomponer los plásticos en menos de 0,01 segundos. A diferencia de la pirolisis tradicional (450–600 °C), que genera mezclas poco útiles de más de cien compuestos, esta tecnología permite obtener etanol y benceno con una pureza y rendimiento notablemente superiores.
Al alimentar el sistema con hidrógeno al 100%, se evita la formación de carbono residual, se prolonga la vida útil del equipo y se mejora la eficiencia energética. En pruebas piloto, se alcanzaron niveles de selectividad del 70 al 90%, y en el caso de residuos cerosos —que habitualmente no se reciclan—, la tasa de conversión superó el 80%.
Un enfoque similar también está siendo explorado en otras partes del mundo. Por ejemplo, un equipo de científicos de la Universidad Northwestern ha desarrollado un nuevo catalizador que permite reciclar plásticos mezclados sin necesidad de clasificarlos previamente, lo que refuerza la tendencia global hacia soluciones que simplifican el tratamiento de residuos y lo hacen más eficiente.
En términos prácticos, esto significa que los residuos plásticos más problemáticos —como envoltorios multicapa, envases de un solo uso o mezclas plásticas sucias— pueden ser reconvertidos en materiales básicos para nuevas cadenas de producción, cerrando el círculo sin emisiones adicionales. Además, al integrarse con fuentes de energía renovable, el proceso podría ser prácticamente libre de carbono.
Actualmente, menos del 1% de los plásticos en Corea del Sur se reciclan químicamente, una cifra que esta tecnología promete multiplicar. Y no solo en Corea: el modelo puede escalarse internacionalmente, adaptándose a distintas realidades urbanas e industriales.
Lo más interesante es que el desarrollo no se limita al reciclaje de plásticos. Los subprocesos tecnológicos creados en el proyecto tienen potencial de aplicación en otras industrias contaminantes, como la fabricación de semiconductores y pantallas, donde el tratamiento de gases de efecto invernadero es un problema pendiente.
Este avance no solo responde a una urgencia ambiental; también es estratégico desde un punto de vista industrial. Permitiría a países como Corea del Sur —sin abundantes recursos naturales— reducir su dependencia de materias primas fósiles, al mismo tiempo que cumplen con sus compromisos climáticos.
Si se integra de forma efectiva en los sistemas de gestión de residuos, esta tecnología puede ser un pilar del reciclaje del siglo XXI. Algunas medidas que pueden potenciar su impacto:
La tecnología del plasma de hidrógeno no es solo una promesa futurista: ya está en fase de validación industrial y demuestra que el reciclaje puede ser mucho más que un gesto simbólico. Con visión, inversión y voluntad política, puede convertirse en una de las piezas clave para rediseñar la relación entre sociedad y residuos.
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