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El 15 de septiembre de 2025, el proyecto Amburn alcanzó un hito sin precedentes: la combustión de amoníaco al 100 % en un sistema de caldera a 500 kW, utilizando el quemador con craqueo integrado (ICB) patentado por la Universidad de Cardiff.
El ensayo, realizado en el Laboratorio de Combustión de su Escuela de Ingeniería, marca un antes y un después en la búsqueda de alternativas reales y escalables a los combustibles fósiles.
Este logro no es sólo técnico. Es una muestra concreta de que el amoníaco verde puede ser una opción viable, segura y sostenible para generar calor industrial, sobre todo en contextos fuera de red donde la electrificación completa no es viable por razones económicas, técnicas o geográficas.
El sistema Integrated Cracking Burner no se limita a quemar amoníaco. Va un paso más allá: aprovecha el calor residual de la combustión para craquear el propio amoníaco y generar hidrógeno in situ, lo que estabiliza el proceso y mejora la eficiencia de la combustión. ¿Resultado? Un sistema sin emisiones de carbono, que resuelve dos de los grandes desafíos de la transición energética: la generación de calor industrial limpio y la dificultad de transportar y almacenar hidrógeno.
Durante las pruebas de la fase 1, el equipo técnico —con apoyo de la empresa Flogas Britain— probó diferentes mezclas de amoníaco y propano, hasta llegar al 100 % de amoníaco a una potencia térmica de 500 kW. Los resultados validan la viabilidad de esta tecnología a pequeña y media escala.
El amoníaco no es nuevo en el sector energético. Se utiliza desde hace décadas como fertilizante y portador químico, pero su papel como combustible ha cobrado fuerza en los últimos años por una razón clave: puede producirse sin emisiones si se genera a partir de hidrógeno verde y nitrógeno del aire.
Además, el amoníaco líquido tiene una densidad energética más alta que el hidrógeno y es más fácil de transportar y almacenar sin necesidad de temperaturas criogénicas extremas o presiones elevadas. Por eso está empezando a ganar terreno como alternativa en sectores difíciles de electrificar, como el transporte marítimo, la generación de calor industrial y, ahora, también en calderas para empresas fuera de red.
El proyecto recibió un impulso clave en 2023: una financiación de 3,6 millones de libras por parte del departamento de Seguridad Energética y Cero Neto del Reino Unido, dentro del programa Industrial Fuel Switching Competition. Esta inversión pública no solo valida el interés gubernamental en el amoníaco como vector energético, sino que impulsa su desarrollo para aplicaciones industriales reales.
Con la fase 1 ya completada, el proyecto avanza ahora a su fase 2, en la que se escalará la tecnología a una caldera de 1 MW. Este escalado permitirá demostrar el funcionamiento del sistema en condiciones industriales más exigentes, sentando las bases para su comercialización en los próximos años.
En paralelo, otros proyectos europeos y asiáticos —como el programa de amoníaco verde en los Países Bajos o las pruebas de motores marítimos en Japón— también están acelerando el desarrollo de esta tecnología. La convergencia de innovación, apoyo estatal y presión regulatoria puede convertir al amoníaco en una pieza clave del puzle energético global.
Hoy, miles de negocios en zonas rurales o industriales dependen de generadores diésel o gas propano. Cambiar a una tecnología como Amburn no solo significaría cero emisiones de carbono, sino también un aumento en la seguridad energética, ya que el amoníaco puede almacenarse localmente sin depender de redes eléctricas vulnerables o costosas.
Además, al tratarse de un sistema que aprovecha su propio calor para generar el hidrógeno necesario, se evita la infraestructura adicional para transportar o almacenar hidrógeno comprimido o líquido. Esto reduce costes, riesgos y complejidades.
Por ejemplo, una planta agroindustrial o una empresa de procesamiento de alimentos en zonas alejadas podría sustituir sus calderas de gasóleo por un sistema Amburn y reducir drásticamente su huella de carbono sin sacrificar rendimiento.
El éxito del proyecto Amburn muestra que el calor industrial sin carbono ya no es una promesa futura, sino una posibilidad presente. Algunas ideas prácticas para escalar su impacto:
En definitiva, el camino hacia un modelo energético descarbonizado no depende de una única solución milagrosa, sino de un ecosistema de tecnologías que se adapten a contextos diversos. El amoníaco, con sus ventajas logísticas, su eficiencia térmica y su potencial de circularidad, puede ser uno de esos pilares. Y proyectos como Amburn lo están demostrando con hechos.
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