Empresas Premium
Vivimos en una sociedad en la que la química está presente en todo lo que nos rodea: desde la calidad del agua que consumimos hasta la seguridad de los alimentos que llegan a nuestras mesas; desde la gestión de los residuos y las emisiones hasta el desarrollo de energías limpias y sostenibles.
Son ámbitos que afectan directamente a la salud, al medio ambiente y a la seguridad de las personas. Sin embargo, resulta paradójico que, en nuestro país, la profesión química no figure entre aquellas reguladas que exigen la colegiación obligatoria, salvo en el caso de quienes ejercen en el ámbito sanitario
Aceptar esta realidad sin más sería un ejercicio de resignación que debilita a la profesión y a sus instituciones. Pero ocultarla o difundir un mensaje contrario a lo que establece la legislación vigente minaría nuestra credibilidad.
La colegiación obligatoria no es hoy una exigencia legal en la mayoría de los campos de la química, y precisamente por ello debemos redoblar esfuerzos para que vuelva a serlo. La inacción supondría condenar a los colegios profesionales a una lenta irrelevancia, y con ello dejar desprotegida a la sociedad frente al intrusismo y la banalización del conocimiento científico.
España está muy por debajo de la media europea en regulación de profesiones. Apenas un 6% de los trabajadores de nuestro país ejercen en ámbitos con colegiación obligatoria, frente al 20% de la Unión Europea. Esta debilidad afecta directamente al prestigio de las profesiones científicas y técnicas, y en particular a la química, cuya relevancia social no se corresponde con el marco normativo que la regula.
Nuestros químicos participan en el control de aguas y alimentos, en la prevención de riesgos industriales y ambientales, en la garantía de procesos vinculados a la transición energética o la economía circular. La química no es un accesorio, es un pilar para que las políticas públicas se traduzcan en resultados tangibles y seguros. Por eso, reclamamos a las administraciones canarias que lideren ante el Estado la defensa de la colegiación obligatoria para los químicos. Porque se trata de reconocer una profesión que incide en la salud y el bienestar de la ciudadanía.
Esta defensa debe hacerse desde la unidad. Es lógico que existan diferentes sensibilidades, pero en la defensa de la profesión química debemos tener una sola voz. La sociedad y los decisores políticos esperan de nosotros claridad, propuestas y compromiso. Y las hay: la elaboración de un dossier sobre los riesgos de la práctica química sin regulación; el impulso de entrevistas con ministerios y parlamentos autonómicos; la propuesta de reformas legislativas que devuelvan a nuestra profesión el estatus regulado que nunca debió perder.
Este camino no podemos recorrerlo solos. A los profesionales de la química que aún no forman parte de sus colegios les pedimos que se sumen a esta reivindicación. Porque la colegiación obligatoria no es un privilegio corporativo, sino la expresión de que la química es una profesión reconocida, regulada y comprometida con la sociedad.
La historia nos enseña que las profesiones que no se defienden a sí mismas terminan siendo invisibles. La colegiación obligatoria no es una meta en sí misma, es la herramienta que nos permitirá asegurar que la química siga siendo motor de desarrollo, seguridad y confianza para todos. No actuar sería una renuncia imperdonable.
M.ª Candelaria Sánchez Galán.
Decana del Colegio Oficial de Químicos de Canarias.
*Artículo de opinión publicado en El Día.es La Opinión de Tenerife
|